El rizoma de la cúrcuma (Curcuma longa L.) se ha utilizado como medicina herbaria, agente colorante, especia y aditivo alimentario durante miles de años en diferentes partes del mundo, particularmente en los países asiáticos. Se ha utilizado para una variedad de enfermedades en muchas escuelas de medicina tradicional, incluida la medicina tradicional islámica, la medicina tradicional china y el ayurveda. Se ha utilizado principalmente para problemas digestivos, como agente cardioprotector, hepatoprotector y neuroprotector, así como en muchas afecciones inflamatorias como la artritis y para mejorar el sistema inmunitario. La curcumina, un derivado diarilheptanoide que se encuentra en la cúrcuma, tiene propiedades antiinflamatorias, antioxidantes y anticancerígenas; controla la obesidad y problemas metabólicos; y mejora la memoria y los trastornos del estado de ánimo. Terapéuticamente, la curcumina exhibe un potencial prometedor en estudios preclínicos y clínicos y actualmente se encuentra en ensayos en humanos para una variedad de afecciones, que incluyen síndrome metabólico, enfermedad del hígado graso no alcohólico, artritis reumatoide, migraña, síndrome premenstrual, colitis ulcerosa, osteoartritis de rodilla, síndrome de ovario poliquístico, aterosclerosis, cirrosis hepática, esclerosis lateral amiotrófica, depresión, psoriasis y enfermedad de Alzheimer. Entre todas las actividades beneficiosas reportadas para la curcumina, la investigación sobre la obesidad y los aspectos metabólicos de prevención/supresión de la curcumina está creciendo. Estos hallazgos enfatizan que la mayoría de las aplicaciones tradicionales de la cúrcuma se deben a la presencia de su componente clave, la curcumina. De acuerdo con los antecedentes tradicionales del uso de la cúrcuma y los valores clínicos de la curcumina.